Primero lento.
Después rápidamente, empecé a batirlas. Estaban entumecidas, dolían. Pero no cesé, incluso aumenté la velocidad. Y abrí los ojos. Grandes manchas verdes pasaban bajo mí, dejando espacio a diferentes tonos de marrón, y por último azul; un azul oscuro como la noche y tan denso como el alquitrán. Volaba; volaba por fin.